La sala introductoria se divide en siete núcleos, los cuales ayudarán al visitante a tener un panorama más amplio de lo que el museo resguarda: patrimonio material e inmaterial.
Núcleo I
¿Quiénes son los Carmelitas descalzos?
Origen de la Orden Carmelita, características.
Núcleo II
Los Carmelitas descalzos en la Nueva España
Arribo de los Carmelitas a territorio mexicano, el Colegio de San Ángel.
Núcleo III
Vida carmelita en el Colegio de San Ángelo mártir
Vida de los frailes en el Colegio. ¿Qué actividades realizaban los Carmelitas en su Colegio?.
Núcleo IV
Santa Teresa y San Juan de la Cruz, reformadores de la Orden Carmelita
Breve introducción sobre la reforma llevada a cabo por Santa Teresa y San Juan de la Cruz que desembocó en la Orden de los Carmelitas descalzos.
Núcleo V
La Virgen del Carmen
La importancia de esta advocación mariana para la Orden del Carmen. Principales atributos de la Virgen del Carmen.
Núcleo VI
El Museo de El Carmen: orígenes, acervo y objetivos
Fundación del Museo, acervo, las momias de San Ángel.
Defensa del Patrimonio intangible: Fiestas y tradiciones de San Ángel.
La palabra claustro viene del latín claudere, que significa “cerrar”. Como muestra de la austeridad que profesaban los miembros de la doctrina carmelita, sus conventos sólo tenían claustros bajos, es decir, con los corredores descubiertos en la planta alta. En torno a este patio central fueron distribuidas las celdas y las oficinas del convento – colegio. El lugar cuenta con veinte arcos de medio punto, corredores abovedados y cuatro nichos en sus esquinas, los cuales seguramente resguardaban imágenes religiosas.
Este espacio fue de los primeros en construirse y se caracteriza por la armonía de formas y proporciones de los elementos arquitectónicos. Tanto los corredores como el patio descubierto estuvieron pavimentados con ladrillos, semejante a los pisos de planta alta. La fuente recubierta de azulejos blanquiazules fue colocada, seguramente, en el siglo XVIII para motivar la contemplación y la meditación. Los muros del claustro estuvieron decorados con pintura mural.
En las iglesias cristianas la sacristía es el lugar donde los sacerdotes se preparan para la liturgia. También es el espacio donde se guardan los objetos reservados para la misa como las vestimentas, ornamentos, vasos sagrados y otros bienes. En el antiguo colegio de San Ángel, hoy Museo de El Carmen, se conserva la sacristía de la orden carmelita que habitó este antiguo recinto desde el siglo XVII. El espacio, preservado casi en su totalidad tras su remodelación en el último tercio del citado siglo, se caracteriza por su rico artesonado dorado y policromado –de influencias mudéjares y manieristas– y por su sobrio mobiliario. La sacristía también cuenta con cinco lienzos de Cristóbal de Villalpando, firmados por el artista, que embellecen sus muros. Siendo el sitio donde los sacerdotes se preparaban para la liturgia, podemos encontrar alacenas –que servían para guardar cálices, vestimentas y otros objetos–, un camarín con atributos marianos tallados en las puertas y un pequeño lavabo. El recinto resguarda también una magnífica cajonera con incrustaciones de madera que enmarca los lienzos de Villalpando. Este políptico exalta los valores de la penitencia característicos de los carmelitas. Escenas de la Pasión se intercalan con las imágenes de santa Teresa y san Juan de la Cruz, los reformadores de dicha orden. Estas composiciones pictóricas muestran cómo por medio del aislamiento, dolor y sufrimiento es posible la reconciliación con la divinidad. Las obras citadas se ubican en la tradición del barroco mexicano y poseen un carácter místico
Los frailes carmelitas escogieron la parte más alta de los terrenos que habían recibido en donación para construir su convento-colegio. El arquitecto encargado de las obras, fray Andrés de San Miguel, aprovechó los desniveles pronunciados propios del terreno y construyó una capilla mortuoria en el año 1624, antes del levantamiento de la iglesia, lo que explica que el presbiterio se encuentre arriba de la capilla mortuoria. Este espacio estaba destinado para albergar las criptas donde eran enterrados los frailes y benefactores del colegio; también se celebraban misas de cuerpo presente y ritos fúnebres. Dos naves conforman la planta de la capilla mortuoria. La primera posee una exuberante decoración: sus paredes se encuentran revestidas de azulejos y cuenta con varios altares y pintura mural. En esta nave eran enterrados, como ya se mencionó, los donantes y frailes del colegio. Mientras los primeros adquirían sepulcros a perpetuidad, los restos de los religiosos descansaban por siete años en la cripta y, después de este tiempo, los huesos eran extraídos y llevados al osario. En este espacio se encuentra la cripta principal dedicada al capitán Juan de Ortega y Baldivia, de quien se conserva su escudo de armas policromado del siglo XVII.
La cripta mortuoria conserva su ornamentación original aunque fue víctima de numerosos saqueos a principios de siglo veinte. Los altares, por ejemplo, fueron despojados de sus objetos originales aunque, actualmente, albergan pinturas y una escultura. En la sala central se ubica el altar principal que es el único que conserva su retablo original, el cual enmarca la pintura Cristo atado a la columna. Esta composición es atribuida al artista vasco Baltasar Echave Orio, uno de los grandes pintores novohispanos. Para finalizar, en la nave contigua se exhiben las famosas once momias, únicas en la ciudad de México, las cuales fueron descubiertas por soldados zapatistas durante la Revolución Mexicana.
Según las reformas llevadas a cabo por santa Teresa, era necesaria la construcción de una capilla doméstica para que los frailes carmelitas pudieran realizar sus actos litúrgicos sin salir de la clausura. Esta orden religiosa se caracterizaba por defender una vida ascética y contemplativa donde era fundamental el retiro y la penitencia constante. Siguiendo estos principios, construyeron en el antiguo Colegio de San Ángelo mártir, hoy Museo de El Carmen, una capilla donde los frailes realizaban sus actos litúrgicos sin abandonar su recogimiento. Construida en el siglo XVII, la capilla resguarda el único retablo de estilo barroco salomónico del convento. Desde la puerta de acceso a la sacristía –tallada en madera de cedro rojo y ébano– se puede observar el contraste entre la suntuosidad y belleza del lugar y la austeridad de las celdas. Cinco óculos octagonales permiten la entrada de la luz a la sala y los muros están decorados con pinturas murales. La estructura del retablo está conformada por dos cuerpos –secciones horizontales separadas por molduras– y tres calles –secciones verticales separadas por pilastras o columnas–. Lo decoran imágenes de santa Ana y san Joaquín, así como de los reformadores de la orden carmelita, san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús. Esta capilla doméstica cuenta con una pequeña sacristía que servía para preparar al fraile que iba a dirigir las oraciones.
La orden carmelita se ha caracterizado no sólo por su ascetismo y renuncia sino también por el alto nivel intelectual de sus frailes, quienes se han dedicado con fervor a la lectura y escritura de sermones y epistolarios. Claros ejemplos de este gusto por las letras son los dos principales reformadores de la orden: Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Ambos dejaron por escrito el testimonio de su infinito amor hacia Dios y buscaron, a través de la palabra, reformar los preceptos de los carmelitas.
La estrecha relación que tenía esta orden religiosa con las letras es tangible, también, en las fundaciones que llevó a cabo en la Nueva España, donde promovió el estudio y la escritura en sus conventos, colegios y desiertos. En el caso concreto del antiguo Colegio de San Ángelo mártir, se tiene constancia de la entrega de los religiosos a la palabra escrita principalmente por su biblioteca que, en tiempos de mayor esplendor del Colegio, albergó aproximadamente doce mil volúmenes, siendo una de las mejores equipadas de la época. Después de la exclaustración de los descalzos la biblioteca fue saqueada, perdiéndose su valioso acervo que fue vendido a particulares. Por diversos testimonios, sabemos que dicha biblioteca resguardaba importantes obras de teología y literatura clásica e histórica, incluidos los manuscritos de fray Andrés de San Miguel, así como de otros autores carmelitas.